jueves, 30 de marzo de 2017

LA ESCRITURA ARTÍSTICA

En hombre y mujer, nace primigeniamente la querencia por trazar escritura. A medida que uno prende sus sensoriales busca expresarse en emociones o videncias. La literatura la ingeniamos entonces en lo intimista. Como forma de creación, proviene de nosotros en voz silenciosa y vamos soltándola al lienzo, posándola con palabras que traman oraciones, cuales asemejan nuestros pensamientos, figurados en naturaleza de universos, que inferimos desde nuestra experiencia para después obrarlos en la prosodia sacralizada.
Consecuente con la erudición, hacer un escrito artístico es vislumbrar la surealidad. Uno va más allá de lo meramente eventual. Muchas veces, se alcanza a fundir esta vida con la expectación increíble. Podemos complementar aquí abstracciones como fantasías, creídas en asombro. Esto lo cual, nos permite innovar alegorías para el cambio del mundo, además nos inspira a imaginar lo desconocido.
En lo holista, escribir es un proeza mágica. Entre las composiciones aparece cualquier urdimbre fascinante. Esta actividad con letras; así nos divierte a lo grande, expande nuestra mentalidad, nos ilustra sobre las diversas culturas. Uno de a poco empieza a compenetrarse con lo histórico y la fantasmagoría.   
Por tanto, hay encuentro con el intelecto al ser escritor. Deviene en la mayoría de ellos, un buscarse sobre los dilemas y misterios supremos, que percatan. Con avidez, leen y releen libros por efecto enteros; incluso hasta estudian bibliotecas a la vez que meditan sus creencias para ya con disposición; tomar la pluma y solos decidirse a narrar lo inspirado, tramas  de ficción.  
Porque cierto, tal como dice Gabriel Arturo Castro: “La escritura produjo de algún modo la liberación de la palabra, y los textos están destinados a ser fijados por la memoria de la humanidad, ya que las emociones se hacen estéticas a través de la reflexión, la perfección y la producción de ciertos ritos, valores e imágenes del mundo interior y exterior”.
De modo tal que para el ser humano, ella es superlativa. Su desenvolvimiento, que ha tenido durante los siglos, nos sirve ahora para mejor reconocernos, para ser más fervientes, tal es su esplendor. Con la poesía, por cierto, podemos desahogar nuestros sentimientos, darle igual consuelo a los decepcionados, una visión profunda extasiar, las fragancias ahí encantamos. En el cuento, ya como género pulcro, abrimos múltiples dramas, tendiendo a ser infinitas por el narrador. Aunque claro, hay unos órdenes especiales para sobresaltar con eficacia eso que revelamos. Y sólo se intuye su complejidad, cuando uno estudia las obras maestras, demás si son dedicados periodos de soledad a idear lo impensado. Por supuesto, con tal intención, pretendiendo ser creativos sobre lo contado. De crescendo, pasando a la novela, creo es la conjugación de muchas historias, que permite explayarnos en libertades. Ella nos da mucha acogida a nuestra creatividad. Uno si gusta de poner varios personajes protagónicos, dicho género nos lo permite y por tanto, se puede entramar hasta el mismo mundo, tal como lo hizo Miguel de Cervantes con El Quijote. 
   Y en fin; la escritura en esencia es fantasía, más las incontables alegorías inusitadas, cuyos misterios iremos vislumbrando con la máquina de Wells. Avanzadamente, porque nuestro deber ser es erguirnos como una humanidad realmente letrada. Hacia allá habremos de elevarnos por medio de esta emancipación artística y junto a las demás invenciones cultas, si dedicados esforzamos la moral ilustración. 
De hecho, tal como anuncia Ernesto Sábato: “Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar de otra manera la vida. Nos pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que únicamente los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”. 
Así que es hora de resucitar en conocimiento y en obrar literario. Debemos luchar por la realización de una mente lúcida, versada en poetas como en filósofos espiritualistas. Ya para con madurez, poder completar escritos sobresalientes de arte o de cosmogonía. A tal caso, bien por el saber, razona Immanuel Kant: “Nadie puede decirse prácticamente versado en una ciencia y a la vez despreciar la teoría, pues así mostraría simplemente que es un ignorante en su oficio. Entre tanto, no puede avanzar más que la teoría, mediante ensayos y experiencias hechas a tientas, sin reunir ciertos principios y sin haber pensado su tarea como un todo, que propiamente constituyen lo que se llama teoría”. De acuerdo con este maestro, lo propicio viene a ser estudiosos, nosotros repasar mucha teoría literaria, volver a la lectura de poemarios, libros de cuentos, remirar las novelas clásicas para ir forjando una conciencia pulcra.
Entonces despejados, por esta corriente, los letristas iremos promoviendo renovaciones del pensamiento, propiciadas mediante apólogos impactantes, que sirvan de trasmutación al ser humano, quien es lector, con tal luego entre nuestros pueblos, ir columbrando esa maravillosa tan anhelada por los sabios, la revolución artística.        
Rusvelt Nivia Castellanos
Comunicador social y
periodista colombiano

      

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