La corrupción no da tregua. En nuestro departamento del Tolima,
rico en flora, fauna y minerales, hace más de treinta años se creó el
serpentario de Armero, existiendo en esa época un convenio con la Universidad Nacional
para sintetizar suero antiofídico. Y pueden creer que de la avalancha que borró
a Armero del mapa, milagrosamente este se salvó. Pero no para la actual
administración de la alcaldía de Armero –Guayabal. Después de la avalancha el
serpentario fue manejado con un desgreño administrativo impresionante, como
toda cosa pública.
Al ver esta situación un egresado de la universidad del Tolima
cuyo conocimiento en esta disciplina es altamente calificada, pactó con el
municipio un programa. Como sus recursos eran precarios, puso a funcionar un
bus adaptado para exhibir las diferentes especies de ofidios existentes, con
consentimiento de la alcaldía. El bus recorrió parte del territorio nacional y
a la vez se iba creando un documental, con el producido de las entradas se
sostenía el serpentario, cuya sede seguía en el sitio donde fue fundado.
El programa marchaba viento en popa, pero al señor alcalde de
Armero-Guayabal, supuestamente se le vino la idea que quienes se habían hecho
cargo del serpentario, se estaban superenriqueciendo, e inmediatamente pidió su
coima para poder seguir con el convenio.
Indignados los autores del programa, personas de reconocida
reputación y honestidad, prefirieron trasladar, hace aproximadamente seis meses
el serpentario a la vereda de Rioancho corregimiento de Palomino, municipio de
Dibuya, departamento de la Guajira, bajo el cuidado de Carlos Fernández,
conocido en la región cariñósamente como “Cayito”, quién a la vez ha
recolectado otras especies, entre las que sobresale un caimán albino.
José Roosevelt Nivia
Maestro de Matemáticas y
artista colombiano
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